Una pregunta incómoda pero necesaria
Muchos católicos sinceros se enfrentan a una tensión interior: aman a la Iglesia, creen en Cristo, participan de los sacramentos, pero tienen dificultades para aceptar ciertas enseñanzas doctrinales. ¿Significa esto que no pueden ser católicos? ¿Es la duda incompatible con la fe? ¿Qué espacio hay para el pensamiento crítico dentro del catolicismo?
Estas preguntas no son nuevas, pero en nuestra época se vuelven especialmente urgentes. Intentaremos abordarlas con honestidad, respeto y profundidad.
Distinguir niveles de doctrina
No todas las enseñanzas de la Iglesia tienen el mismo peso doctrinal. Es fundamental entender esta distinción:
1. Dogmas de fe
Son verdades reveladas por Dios y propuestas solemnemente por la Iglesia como necesarias para la salvación. Por ejemplo: la Trinidad, la divinidad de Cristo, la resurrección, la Inmaculada Concepción de María. Estos son el núcleo irrenunciable de la fe católica.
2. Doctrinas definitivas
Son enseñanzas estrechamente relacionadas con la Revelación, aunque no sean directamente reveladas. Por ejemplo: la legitimidad moral de la ordenación sacerdotal solo para varones, la imposibilidad de reordenar sacramentalmente.
3. Enseñanzas del magisterio ordinario
Son orientaciones pastorales, morales o disciplinares que, aunque importantes, no tienen el carácter de definición irreformable. Aquí hay más espacio para el diálogo y la reflexión.
Comprender estos niveles nos ayuda a situar nuestras dudas o discrepancias en el lugar adecuado.
"La fe busca entender." - San Anselmo de Canterbury
La duda no es lo opuesto a la fe
A menudo se piensa que dudar es fallar en la fe. Pero la historia de la Iglesia está llena de grandes santos que pasaron por épocas de duda, cuestionamiento y oscuridad espiritual. Santa Teresa de Calcuta, por ejemplo, experimentó décadas de sequedad espiritual y duda, y eso no disminuyó su santidad, sino que la profundizó.
La duda honesta, cuando es búsqueda sincera de verdad y no simple rebeldía o soberbia, puede ser un camino hacia una fe más madura y sólida. Jesús no condenó a Tomás por dudar; le ofreció la evidencia que necesitaba.
El papel de la conciencia
El Concilio Vaticano II enseña que la conciencia es "el núcleo más secreto y el sagrario del hombre" (Gaudium et Spes, 16). Esto significa que cada persona tiene el deber de formar su conciencia según la verdad, pero también el derecho de seguirla.
Formar la conciencia implica:
- Estudiar la enseñanza de la Iglesia con honestidad y apertura.
- Orar pidiendo luz y sabiduría al Espíritu Santo.
- Dialogar con personas sabias y experimentadas en la fe.
- Reflexionar sobre las razones profundas de las enseñanzas, no solo rechazarlas porque resulten incómodas.
Si después de este proceso sincero una persona no puede, en conciencia, aceptar una enseñanza no dogmática, no está automáticamente fuera de la Iglesia. Pero debe mantener una actitud humilde, reconociendo que su perspectiva personal puede estar equivocada.
El diálogo interno en la Iglesia
La Iglesia no es un monolito donde todos piensan exactamente igual. A lo largo de la historia ha habido debates intensos, corrientes teológicas diversas y espacios legítimos de discusión. Esto no es debilidad, sino riqueza.
El Papa Francisco ha promovido una "cultura del encuentro" y la "sinodalidad", invitando a todos los católicos a expresar sus inquietudes, preguntas y perspectivas. El diálogo respetuoso, la escucha mutua y la búsqueda común de la verdad son valores profundamente cristianos.
Casos concretos de tensión
Algunos temas generan especial tensión en católicos sinceros:
Enseñanzas morales sobre sexualidad
Muchos católicos tienen dificultades con enseñanzas sobre anticoncepción, divorcio, matrimonios entre personas del mismo sexo, etc. Es importante entender las razones profundas detrás de estas enseñanzas (la visión del cuerpo, la complementariedad, el sacramento del matrimonio) sin reducirlas a meros "tabúes".
El papel de la mujer en la Iglesia
La exclusión de las mujeres del sacerdocio ministerial es motivo de cuestionamiento para muchos. Aquí es crucial distinguir entre ministerio ordenado y otros roles de liderazgo, servicio y autoridad que las mujeres pueden y deben ocupar en la Iglesia.
Aspectos políticos y sociales
Hay católicos de distintas sensibilidades políticas. La Doctrina Social de la Iglesia ofrece principios, no recetas políticas concretas. Es legítimo que haya diferencias en cómo aplicar esos principios.
¿Cuándo sí es un problema?
Hay situaciones donde las diferencias sí se vuelven incompatibles con la identidad católica:
- Negar dogmas centrales de la fe: Si alguien niega la Trinidad, la divinidad de Cristo, la resurrección o la autoridad de la Iglesia, ya no puede considerarse católico en sentido pleno.
- Actitud de cerrazón y soberbia: Cuando alguien se coloca por encima del Magisterio, asumiendo que su criterio personal es infalible, hay un problema de orgullo espiritual.
- Escándalo público: Promover públicamente enseñanzas contrarias a la fe, confundiendo a otros, especialmente a los más débiles en la fe.
La humildad como camino
La clave para navegar estas tensiones es la humildad. Humildad para reconocer que podemos estar equivocados. Humildad para escuchar a la Iglesia con corazón abierto. Humildad para aceptar que hay misterios que superan nuestra comprensión.
Al mismo tiempo, la Iglesia también está llamada a la humildad: a escuchar las inquietudes de sus hijos, a explicar sus enseñanzas con paciencia y claridad, a reconocer cuando ha fallado en el amor y en la misericordia.
"La Iglesia es una madre, no una jueza." - Papa Francisco
Conclusión: quedarse en la conversación
Ser católico no significa tener todas las respuestas ni estar de acuerdo con todo sin cuestionar. Significa permanecer en la conversación, en la comunidad, en la búsqueda común de la verdad. Significa reconocer que la Iglesia, a pesar de sus imperfecciones humanas, es el Cuerpo de Cristo y portadora de una sabiduría que trasciende las épocas.
Si tienes dudas, no huyas. Dialoga. Si tienes diferencias, mantén el vínculo. Si sientes que no encajas, recuerda que la Iglesia es una familia grande donde hay espacio para todos, incluso para quienes luchan, dudan y cuestionan.
En palabras del teólogo Karl Rahner: "El cristiano del futuro será un místico, alguien que ha experimentado algo, o no será nada." Más allá de las doctrinas, lo esencial es la experiencia de Cristo vivo, y esa experiencia es posible incluso en medio de las dudas.